viernes, 30 de abril de 2010

Mi lugar preferido en el mundo.

Quizás te suene esto que te voy a contar, es reconfortante saber que tengo a alguien como tú, que pueda comprender cada una de mis palabras sin necesidad de estar viéndome, aunque estés tan lejos de aquí, en otro lugar del mundo.
Hoy quería hablarte de otro de mis recuerdos, uno de estos que encienden una chispa dentro de ti en el momento menos oportuno, que llegan sin llamar, pero también se marchan veloces sin ningún permiso. Ha sido el sol que ha brillado esta mañana el que me ha transportado a aquel momento enterrado, mi lugar secreto, en mi sitio preferido del mundo.
Allí también brillaba el sol al despuntar una mañana de mediados de Julio. Aún soplaba un viento suave, típico de la costa del que todos hemos disfrutado más de una vez. Él se bajo del coche, lo rodeo y se acerco a abrir mi puerta. Entonces me dijo.-Ya hemos llegado, ahora puedes mirar.
Evidentemente lo primero que pude percibir al abrir los ojos fue su sonrisa frente a mi cara. No te engañaré, no voy a decirte que no fue para tanto, que ya me había acostumbrado a él ni que me hice la dura, porque no fue así. Una vez más consiguió cegarme ante la luz que desprendía, durante unos segundos ,que transcurrieron muy lentamente a mi parecer, consiguió que solo lo viera a él, volvía a sentirme segura de mi misma, me hacía tan especial e importante el mero hecho de estar en su presencia que no conseguiría plasmar esta idea con palabras.
Cuando aparté los ojos y mire a mí alrededor algo en mí se agitó, tuve una sensación extraña que se venía experimentando ocasionalmente desde hacía ya un tiempo. Fue como acabar un buen libro, escuchar a un profesor que sabe transmitir su conocimiento o admirar una obra de arte.
Mis pies estaban sobre arena fina pero fresca de la noche anterior, tan solo veía playa a ambos lados, en una extensión infinita. Pequeñas dunas desafiaban a la imperturbable llanura de aquel lugar. Y el sol dejaba su firma sobre el incansable oleaje de una marea que aún estaba subiendo.
Entonces él salió corriendo y girando bruscamente fui tras él. Fue entonces cuando la vi por primera vez, aquello no era una duna, era una inmensa montaña de arena que se dibujaba imperturbable frente a nosotros. Simbolizaba el punto de partida de todo aquello, como si aquella elevación infinita hubiera proveído de sustancia a todos los alrededores.
Tras múltiples caídas y revolcones en la arena, tras carreras saboteadas y algún que otro beso robado llegamos al punto más alto y miré a mi alrededor. Me encontraba en una línea imaginaria que separaba dos paisajes completamente distintos la costa de un espeso bosque. Era un pinar esplendoroso, muy poblado y en su plenitud de formas y colores. Los rayos del sol se reflejaban sobre el follaje y esto daba lugar a un espectáculo de luces. El suelo ya no era la arena seca perteneciente a la playa que aun podía ver a mis espaldas. Aunque en esencia era la misma, ahora desprendía un matiz diferente con alguna que otra flor traviesa que había escapado a la calurosa estación.
Aún escuchaba el susurro al romper las lejanas olas tras la barrera invisible.
Y fue en este momento cuando lo sentí, lo había encontrado, un lugar aislado de todo ruido que no fuera el de la propia naturaleza, un lugar que me transmitía tranquilidad y felicidad al mismo tiempo, donde podría perderme en el tiempo indefinidamente, había encontrado mi lugar preferido en el mundo, además no estaba sola.