jueves, 11 de noviembre de 2010

Fruto de la casualidad.


Nos enfrascamos en nuestro día a día, en los recados, en las obligaciones, y los entretenimientos. Llegamos a creernos tan bien el papel que nos repartió la sociedad que nos enfrascamos en el mundo de lo insignificante y lo limitrofe , llegando hasta a creer que es nuestra única realidad. Perdemos el poder de la sorpresa y la fascinación. Descalificando al universo de inaudito, insolito e inconcebible lo transformamos en una trivialidad. Sin embargo en algún momento de nuestras vidas recordamos aquello que habíamos puesto tanto empeño en esquivar.

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