viernes, 14 de mayo de 2010

Lo intantaré capturar.


El primer recuerdo que alcanzo ha encontrar es con mi padre, me llevaba de su mano a la guardería y yo me entretenía en mantener el equilibrio sobre bordillo de un pequeño jardín. Yo rondaría los, cuatro años, y por aquel entonces mi mayor afán eran las plastilinas de colores y los dibujos de las seis. Yo era una niña de lo más sencillo, supongo que como todas a la edad. Las tres mellizas, un helado de nata y chocolate, un castillo de arena, muñecas y mi mejor amiga eran mis mayores ambiciones y también satisfacciones. Sonreía ante la perspectiva de un nuevo amigo y huía de todas las amigas de mi abuela. Las preguntas que contuvieran un porque se convertía en una de mis favoritas y cualquier pensamiento se materializaba en palabras, pues no comprendía que una verdad pudiera herir. Espontáneo, natural e inocente, que mejor manera para describir a un niño. Ahora, trece años después aprecio cada signo de infancia que veo a mi alrededor, cada gesto que me transporta a un momento perdido en mi historia y me hace saborear la nostalgia. Me inquieta la perspectiva de que un recuerdo quede ya tan lejano, de que las etapas de mi vida pasen alarmantemente deprisa. Veo como los días se me escapan entre los dedos, sin sacarles todo el partido que se merecerían. El tiempo corre y cada vez más deprisa. Por ello ya he tomado la decisión, no voy a dejar que se escape, lo capturaré y guardaré siempre cerca, exprimiendo cada minuto al máximo, disfrutando de lo simple y aprendiendo a cada paso. Haré que esta oportunidad, la única que nos ofrecen no se malgaste ni se despilfarré, que cuando el reloj se acerque a las doce, no tenga nada por lamentar, pues haya hecho todo cuanto esté en mi mano por aprender a deleitar la insignificante casualidad, aportando un trozito de mí a la eterna historia

No hay comentarios:

Publicar un comentario